¿Qué es un gamusino? Y más importante aún, ¿cómo piensa un gamusino?

domingo, 6 de noviembre de 2011

Memorias de un schnauzer

Era la noche de un jueves invernal y hacía mucho frío. No veía el momento en el que Tom levantase su gordo culo de la cama y viniese conmigo a la calle.
Las calles de una gran ciudad pueden suponer una aventura cada mañana. El estar atado a la mano de un humano irascible no me dejaba demasiadas ocasiones para flirtear con otras hembras. Los escasos cinco minutos que Tom se desataba de mí eran en el parque, todo un desfile mañanero de modelos de todas las razas.
Esa mañana de frío conocí a Priscile, una preciosa Yorkhsire de mirada imprenetrable.
Fue un amor a primera vista. Inmediatamente fui hacia ella y nos olisqueamos. Recuerdo estar en pleno ímpetu sexual cuando de repente veo venir a Tom corriendo, detrás de una anciana humana. Esta señora me dió una patada que me dolió durante varios días, no sé si la cuarta o la quinta antes de conseguir separarme de mi nueva novia.
Finalmente Tom y yo tuvimos que irnos ante los insistentes gritos de la señora, que presumía de pedigrí. No volví a ver de cerca a Priscile, ya que la señora siempre buscaba otros caminos para alejar a dos enamorados.
Un tiempo después me enteré de que Priscile había sido cruzada con otro Yorksire, peses a lo cuál tuvo unas crías con un parecido más que razonable a mi ente canino.
La señora colérica, por llamarla de algún modo, vino a casa a insultarnos y dejarnos cuatro crías con un parecido importante a mí, y una mirada profunda como la de Priscile.

Un día le dije a Tom que me iba, aunque como es normal no me entendió. Los humanos rara vez entienden el vocabulario canino. Le repetí igualmente que me iba, que estaba cansado de aguantarlo, de que hubiera regalado a mis hijos a sus amigos, de comer siempre lo mismo, de bajar sólo dos veces al día a mear, de que me tiren del cuello mientras orino, y de no poder sentarme en el sofá bueno.
Tom me gritó que me callase, cosa que hice. Al día siguiente vino el pizzero, como casi todos los días. Retiré la cartera de Tom de su bolso y la llevé a la habitación. Esperé en el marco de la puerta mientras Tom le decía al pizzero que tenía que ir a por la cartera y entones... zas! me escapé sigilosamente escaleras abajo.
De repente el pizzero se volvió y observó mi ya no tan discreta huida. Empecé a correr, a la vez que él avisaba a Tom. Bajé los dos pisos derrapando en los descansillos y aproveché la llegada de la Señora Smith del supermercado para correr hacia la calle.

Llegué al parque, después de darles esquinazo un par de calles antes, pero ella no estaba. Tenía que hablar con ella.

(continuará...


... o no)

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